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chocarrería
1. f. Chiste o dicho groseros.
2. f. Cualidad de chocarrero.
La
forense Generosa.
En
otros casos es normal sentir pena pero hoy, aquí y ahora, lo único que siento
es satisfacción del trabajo bien hecho. Nada de medias tintas, trece parabellum
bien centraditas en el pecho y una en la mano izquierda. El muy cerdo se
merecía esto y mucho más. Tengo que volver a la realidad del momento, el puto
andaluz este de los chistes de gordos me está cargando mucho.
—Eran
seis hermanos y los seis tenían enormes nalgas. Los cinco primeros se llamaban Feliciano,
Graciano, Salustiano, Mariano y Geminiano, ¿sabéis como se llamaba el
pequeño?... Próculo.
Si
estuviéramos en la Texas del XIX ya le hubiera pegado seis tiros en esa cara
impúdica y granosa. Le cubro con la mirada más despectiva que puedo generar y
sacando su lengua azulada y apestosa se relame los labios... Soy forense chico,
puede que sepa más de ti que tú mismo y por el color de tu singüeso veo
claramente que te quedan pocos afeitados, el oxígeno no riega bien tus tejidos,
corazón, circulación, pulmones... Estás jodido pero no seré yo quién te lo
diga, así te mueras entre chistes ramplones y chocarreros.
—Uno
que va al médico y le dice: Doctor últimamente me siento gordo y feo ¿qué
tengo? Y el hijo puta del médico le contesta: Razón, tiene usted razón.
Cambio
de tercio y me dedico a temas más agradables como mirar el culo del Inspector.
Rellena perfectamente los 501, dan ganas de comerlo...
—Hornillo,
¡Hornillo!
—Perdone
señor juez, estaba ensimismada en el culo...
—Ciertamente
es un culo muy grande pero ahora escúcheme, ¿Ya puedo ordenar el levantamiento
del cadáver? ¿Necesita más tiempo para sus perspectivitas de sangre?
—Por
mi parte ya estoy lista— De nuevo me sale la vena del bandido adolescente y
hago un esfuerzo enorme para no
descerrajarle en el careto los seis tiros del otro revolver— pero seguro que el
Inspector aún no ha terminado...
—¿De
verdad tengo que hablar con Él? No lo soporto, siempre huele a perejil el muy
cocinillas —inmediatamente se acuerda de Manolita Gómez y comienza a llevar el
ritmo con el pie.
Mejor,
mucho mejor oler a comida que a perfumes de puticlub, mucho mejor tener mirada
de azúcar moreno y pan blanco que de putero cabrón. Este capullo se merecería
otros catorce.
—¿Han
acabado?— Grita el juez sin dirigirse a nadie en particular —Es tarde y quiero
irme, a diferencia de ustedes yo tengo una vida fuera del trabajo.
Eso,
eso, haciendo amigos, pero que gilipollas, es imposible ser más idiota. Todos
le miramos con cara de odio y asco al mismo tiempo, pero todo le resbala, como
si estuviera untado de vaselina.
—Puede
usted ordenar el levantamiento y largarse —contesta el Inspector sin dirigirle
la mirada y con un retintín en la voz que no se le escapa a nadie —Aquí no le
necesitamos para nada señor juez.
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