lunes, 27 de mayo de 2013

Una piedra en el camino...


Antes de contaros la historia de la piedra, os pondré un poco al día con mi entorno. Nací en la península Ibérica hace un indeterminado número de años, pongamos en torno al ½ siglo. Siempre me gustaron las motos y el Rock por lo que mi juventud fue plena de rutas, de juergas, de conciertos y de mujeres, hasta que hace unos años encontré a mi media naranja. Cuando conocí a su padre no le causé muy buena impresión, tenía el pelo demasiado largo, millones de mosquitos en el cuero y las botas demasiado viejas, cuando yo estaba delante me trataba muy normal pero a solas se imaginaba un chico más formal, y a su madre más de lo mismo, me miraba mal, ¿quién es el chico tan raro con el que vas?....
Como casi siempre las apariencias engañan. Mi suegro estaba a la defensiva, ningún padre quiere ver a su hija con un maromo grande y peludo. Noté que no quitaba ojo a mi casco integral, normal, ningún padre quiere ver a su hija de paquete en un pepino a 200 km por hora. Le pregunté si le gustaban las motos y él sin apartar la mirada de mi flamante casco y con una cara de mala hostia que ni os imagináis dijo:
-¿Qué moto montas?
El hombre estaba haciéndomelo pasar mal, estaba empezando a sudar, bajé la cremallera de la chupa y cuando asomó el águila de mi camiseta su semblante cambió de repente.   - Vamos chico ¿qué moto tienes?
- Una vieja Guzzi señor.
Estaba acojonándome…¿dónde me metí yo? El padre de la novia tenía los ojos encendidos de sangre, hasta le salía una espesa espuma por la boca, me cogió por los hombros y apremiándome volvió a preguntar lo mismo:
- ¿Qué moto tienes chaval?
Esta vez le contesté con pelos y señales: una Guzzi 850 GT California del 72. Cuando me oyó decir aquello el hombre entró en un estado de aparente éxtasis, su semblante cambió por completo, aflojó sus enormes garras de mis hombros y me dijo: sígueme. Fui tras él hasta el garaje, abrió la puerta y a que no adivináis que moto tenía mi, desde entonces, querido suegro, una Guzzi 850 GT California. Nos miramos, nos dimos un abrazo y sin cortarse un pelo me preguntó a bocajarro:
- ¿Qué cojones pintas en esta moto con un casco integral?
Tengo que reconocer que la pregunta me dejó totalmente descolocado, hasta se me subieron los colores, o sea que me puse colloráu.
- Es por prescripción facultativa.
- Explícame eso chico -dijo levantando la ceja izquierda.
Y aquí es donde empieza la historia de la piedra.
Más o menos un año antes de conocer a mi nueva familia estuve jodido, jodido. Me salieron unas piedras en los riñones y tras muchas pruebas y experimentos, llegué a pensar que me estaban utilizando como cobaya de laboratorio, conseguí expulsarlas de forma natural y, como imaginaréis, muy dolorosa. Al poco tiempo me volvieron a salir, mi médico no daba crédito, no se explicaba el porqué se me acumulaba tanta arena en el cuerpo.
En medio de esta mala experiencia y aprovechando un buen momento en el que no me dolía nada me acerqué hasta la fiesta motera del Charly a pasar el día. Al llegar a la zona de la fiesta una flamante y enorme Electra estaba aparcando a la vez que yo. El tipo encuerado hasta las cejas, me dio mala espina, tenía las botas nuevas y la moto estaba demasiado limpia. Cuando quitamos el casco cruzamos nuestras miradas. ¡Joder! era mi médico disfrazado de motero. Me miró de arriba abajo y disparó como si estuviéramos en la consulta:
-          ¿Hace mucho que anda en moto?
-          ¿Cuántos kilómetros suele hacer?
-          ¿Suele ir por comarcales?
-          ¿Siempre utiliza calimeros?
-          ¿Hace mucho tiempo que tienes el tabique nasal torcido?

Después del interrogatorio, abrió la alforja, saco el taco de recetas y escribió:
-          No respira por la nariz. Operación del tabique nasal URGENTE.

-          Mientras tanto y como medida preventiva, utilice siempre casco integral.


martes, 14 de mayo de 2013

Cazalla


Acto primero y único.

    En el escenario tenemos un bar de pueblo. La barra, de madera oscura muy gastada, a la izquierda. En la parte de atrás, una vieja cafetera italiana, brillante, rodeada de botellas. A la derecha tres mesas con parroquianos jugando cartas y dominó. En la pared del fondo un póster del Sporting de Quini, Ciriaco, el Killer Herrera...
    La puerta rechina, entra un cliente.

-¡Bonos díes pela mañana!
-¡Peeepe!!- saludan los jugadores sin levantar la mirada del tapete.
-Bonos díes Pepe- dice el camarero.
-Hola Manolo- contesta el cliente- hoy vengo con ganes d’un anís cazalla. ¿Tiéneslo?
-Paezme que si. Déxame mirar... Fadrá venti años que nun me lo piden... A ver... Coño! tuvisti suerte.  Tendré que pasa-y un poco el rodiellu, tien más mierda que’l palu’n gallineru...
-¡Anda! Échame una copina.

    El camarero coge una copa de la estantería  y la llena delante del cliente mientras pregunta:

-Entós... ¿Cómo te dió güei por dexar el réxime?
-Calla, calla... Si te lo cuento nun me crees...
-Venga, ¡dispara ho! ¡que toi folgáu!
-Tuvi tola nueche suañando con un hestoria que me pasó de guah.e cuandu fice la mili. Yera una fiesta renombrá, nun m’acuerdo cual, y dexáronnos llibre el fin de semana, el “güiquen” como decía’l sarxentu.Yo fize’l serviciu en Cáceres. Tábamos n’avientu o xineru y facía un fríu que nun yera ni medio normal. Garramos una pensión al lláu la universidá, un catalán, Joan, que yera más agarráu que les pesetes, un rapaz de L.león que se llamaba Toribio, pastor dende nenu, el probe nun sabía lleer y un madrileñu que nun m’acuerdo como se llamaba, nel cuartel tou cristo lu conocía como “el Xilgueru” porque tenía la voz muy fina y taba tol día silbando. El casu ye que como n’aquel pueblu nun había un alma y facía tantu fríu, mercamos una garrafuca tres litros d’anis del Mono y fuimos a calecer al cuartu la pensión. Tragu va, tragu vien el Xilgueru arrancó a cantar un tango, Toribio sacó una xiblata que tenía, pequeñina, de güesu d’oveya y cuando nos dimos cuenta teníamos una castaña coyonuda y berreábamos como rebecos. Entós picaron a la puerta, ¡Cagón mi mantu! pensamos que yera la paisana la pensión que venía a llamanos l’atención asina que callamos como afogáos y abrimos...

    A esta altura de la narración ya no se oye el repicar de las fichas de dominó sobre el mármol. Todos los clientes están pendientes de Pepe, nunca le habían oído enhebrar tantas palabras seguidas. Hace una pausa mientras lía un cigarrillo. Consciente de la atención que está creando, se lo toma con bastante tranquilidad. Saca del bolsillo un viejo encendedor de gasolina, enciende el pitillo, lo saborea con deleite y mirando teatralmente la espesa voluta de humo continúa hablando:

-¿A que nun sabes lo que topamos? Seis moces como seis soles. La primera, una roxuca de pelu rizosu que parecía la más lanzá, llevaba dos garrafines como la nuestra, una en cada mano. Entre sorrises, entrugáron-nos que si les dexábamos pasar, qu’elles tamién sabíen cantar. ¡Pa dientro! Pusímonos a falar y a beber, cantamos alguna por lo baxino pa nun molestar y cuando finamos los nueve llitros de la cazalla aquella que yera más fuerte que la fabada de mio güela, entamamos a despelotanos. Nunca más volvimos a veles y enxamás les escaecí y toi seguru que los mis collacios tampoco. Yo d’aquella solo había tao con una muyer, con la fía’l molineru, ¡vaya hembra! una vez na más, cuando vine de la mili ya tenía un rapacín pequeñu y había marcháo a vivir pa Aviles, nun volví a vela. Nun sabía lo que yera una orxía. Aprendilo elli, en direuto. Seis muyeres, tres paisanos y el xilgueru que nun paró de revolotiar en los dos dies que tuvimos elli. Tan pronto picaba d’un sitiu como d’otru... Nun tengo pallabres... El casu ye que, como te digo, tuvi tola nueche suañando con aquello y ¿quiés creeme? ¡llevanteme empalmáu! ¿Sabes cuantu fai que nun se me pon tiesa? Yo ni m’acuerdo y la mio Mariana tampoco, así que aprovechamos el momentu y garramos una sudá coyonuda, y eso a los nuestros años nun tien preciu que lo pague, ye como ganar al Barsa. Por eso merez la pena brindar por ello y como nun podía ser d’otra miente, con anís cazalla. ¡¡Salú!!

    Manolo coge la copa para brindar con Pepe, pero antes de hacerlo, mira fijamente a los ojos del anciano y dice:

-¿En qué añu dices que fuiste a la mili?
      Pepe, tu... ¿tu sabes que  soi el únicu nietu del molineru?