viernes, 29 de diciembre de 2017

Las doce vírgenes 4

4
carantamaula.
1. f. coloq. Careta de cartón, de aspecto horrible y feo
Joss o el charquito de sangre roja
Soy feo, muy feo, de hecho los hijos de puta de mis colegas me llaman “Carantamaula Joss”, pero suplo con creces mi fealdad con mi gracejo andaluz. Me parieron hace ya unos cuantos años en un callejón lóbrego del barrio de la bahía de Cádiz y, como buena promesa del delinque, desangré a la puta que me pario el día que nací. Tras una niñez y una adolescencia digamos resbaladiza, me tuve que largar cagando leches por un asunto de sangre y navajas que puede que algún día os cuente pero que ahora es del todo irrelevante. Recorrí Portugal de abajo arriba, España de oeste a este y después de mucho rodar y por culpa de una puta de tetas enormes, grandioso culo y mandíbula incansable, acabé regentando la taberna de sus padres cuando estos se retiraron y se fueron a morir al puto pueblo. Ella, gracias a dios o al diablo,  tampoco duró mucho y me quede con todo, el jodido amo del calabozo. Hasta tengo tierras en una aldea que no sé ni cómo se llama.

Mi vida es, dentro de lo que cabe, azarosa, tengo muchos camaradas que no morirían por mí, pero si matarían por un poco de lo que vendo. Mis primos de Barbate manejan el mejor material de la península. Tengo la mejor maría que puedas fumar y ya no te digo nada de la farla. Mis huevos culeros tienen fama en todo Madrid y ahora también disponemos de un amplio surtido en drogas de diseño o como me gusta llamarlos a mí, putos lacasitos. Estoy situado en inmejorable posición, casi enfrente tengo el antro donde más coca se consume de todo el foro y por supuesto me la compran a mí. Yo estoy encantado, me cago en todos los vecinos que protestan por mi local, que si hay broncas todos los días, que si los clientes vocean hasta altas horas, que si vendemos drogas ¿Qué cojones les importará a ellos lo que yo venda o no venda? Si no están a gusto que se vayan a vivir a casa de su puta madre. Hasta hicieron una asociación vecinal para cerrarme el local. Lo tienen claro. El peor de todos el culo gordo este, mira que postura ahí tirado, parece una morsa el hijo puta nadando en un charquito de sangre roja... Ahora saben que protestar puede salir caro. ¡Qué se jodan!

jueves, 5 de octubre de 2017

Atristayáu



Toi murniu, toi ablucáu, toi alloriáu
ya toi amedranáu. Toi emberriacáu,
enfurruñáu, toi indignáu, toi ciegu
y sordu y coxu y mancu. Toi murniu,
amortigañáu, fartu ya frayáu. Toi mayáu,
lluezu, tumbiu y agobiáu. Toi aparráu,
toi baldáu ya nortiáu. Murniu ochobre.















Las doce vírgenes 3

3
cariparejo, ja.
1. adj. coloq. Dicho de una persona cuyo semblante no se inmuta por nada.

Basilio o el putero cabrón

Este trabajo es una basura. Toda mi juventud me la pasé estudiando como un capullo y ahora que se supone debería de disfrutar de la vida, no me dejan ni usar las noches a mi manera. Las dos de la madrugada, suena el teléfono y tengo que levantarme de la cama, pagar a las chicas sin haberme recreado lo suficiente y coger el maletín... ¡Joder que mierda! Podían haber esperado un par de horas más para encontrar al puto cabrón...
El gps me guía por los suburbios hasta el lugar, ya conocido, del asunto. En realidad lo tengo operativo solo para escuchar la voz de la guarra que me va guiando. Me pone. Al bajarme del BMW una puta me arrolla y me mira con cara de querer follar. Es una pena ahora no puedo darle lo que quiere. Un policía cariparejo me recibe en el portal y me invita a entrar. La noche promete ser tediosa, larga y extenuante, hay manchas de sangre por todos lados y ya tenemos a la “Dexter” de Lavapiés tirando líneas de posibles ángulos de disparos que a mí, personalmente, me la sudan por completo. El cadáver está tapado con una mantita brillante de esas que usan los bomberos. Me recuerda al papel de aluminio con el que mi madre me envolvía los bocadillos, aquella época con mucha nocilla y sin sobresaltos...
Pido al fotógrafo que retire la manta y veo el culo en toda su magnificencia. ¡Joder que pedazo de culo! No me canso de contemplarlo  al natural, no me canso de mirarlo. Oigo a un tipo reírse a mandíbula batiente:
—¡Ya sé porque tengo el culo tan gordo, es el champú! Hoy leí en el envase: "para dar cuerpo y volumen". Desde hoy empiezo a bañarme con lavavajillas, que dice "disuelve la grasa, hasta la más difícil".
Qué poco respeto a tan magnas posaderas, que chiste más malo y que risa tan contagiosa. A mi también se me escapa un rictus semigracioso, hasta el policía de la puerta, el del semblante inmutable, esboza un leve gesto que dentro del contexto se podría considerar algo parecido a un donoso mohín.
Ordeno que salga todo el mundo y no me hace caso ni dios, aquello parece el rastro del domingo. Hay más civiles que policías y teniendo en cuenta que policías hay un huevo el ambiente esta irrespirable. Tengo ganas de irme a la cama. Firmo la defunción y ordeno el levantamiento del cadáver. Se van a cagar los de la morgue para levantar semejante culo.

No es muy tarde, llamaré a la agencia otra vez. Pediré que venga la ucraniana nueva que llora sin parar. Me lo merezco.

Las doce vírgenes 2

2
propincuo, cua.
(Del lat. propinqŭus).
1. adj. Allegado, cercano, próximo.

Ernesto o el viaje final

Hace unas horas aun estaba vivo y feliz a mi manera con mis fotocopias y mis cubos de basura. No sé cómo pasó, pero pasó en un tris, tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar, ni siquiera me dio tiempo a ponerme los pantalones. Imagínense, que bochorno, los policías del barrio, los de la científica, los vecinos, hasta el del bar de enfrente el muy hijo de puta, se descojona y disfruta viendo el  color de mi sangre...

—Este una vez en carnaval se disfrazó de dálmata y todo el mundo pensaba que iba disfrazado de vaca...

Y yo sin pantalones. A pesar de lo que ustedes puedan pensar, mi mayor miedo, por llamarlo de alguna manera, es que me vean sin pantalones, las imágenes del ordenador ya no representan peligro. Tengo el culo gordo desde que tengo uso de razón, siempre lo intenté disimular con pantalones holgados y camisas largas, pero ahora, sin nada de eso, estoy expuesto a que todos me critiquen, y lo peor de todo es que los estoy oyendo, que cabrones todos, no se salva ni uno, ni los más propincuos.


Ahora tengo que mentalizarme, el tamaño de mi culo ya no importa voy a reunirme con mis niñas. En este corto viaje hacia la luz, me siento etéreo como las canciones de Enya, grácil cual okapi vagando por la sabana, sublime como el Macallan de treinta años, irreal como la copa de Europa de la Cultural, tenue como los colores del otoño cantábrico, incorpóreo como el aroma del tomillo, delicado como el merengue de mi abuela, volátil como la fama que un día tuve, húmedo como la primavera de mi tierra, límpido como el espesor del bosque, cristalino como el mirar del niño, diáfano como la luz del otoño, terso como la piel joven, albo como la nieve recién caída, pulcro como una patena, fresco como el gazpacho del verano, relamido como el chocolate que baña a los churros en diciembre, aseado como el niño de primera comunión...

Las doce vírgenes 1

INTROITO

1
estólido, da.
(Del lat. stolĭdus).
1.  adj. Falto de razón y discurso.

Bárbara o Bolseras y vampiros

Estoy rodeada de seres extraños, huraños paseantes continuos a los espacios reservados para temas íntimos y descubro, no sin cierto estupor, que la persona estólida de aquella maraña soy yo. Tan pronto me miran como si estuvieran a punto de saltar sobre una presa, más como vampiros que como lobos, como desaparezco y me vuelvo invisible. La extraña soy yo, la única que paga las copas con billetes sin enroscar.

A pesar de todo la música es cojonuda, necesito indultar esta sensación que tengo en el estómago y me paso un buen rato bailando sin parar, espantando algún fantasma y a unos cuantos  moscones. El calor humano y la humedad etílica de aquel sótano hacen de la situación algo etéreo y volátil. Los demás flotan en una especie de orgía alucinógena mientras que yo simplemente me dejo llevar por los graves martilleándome el estómago como coces de caballos salvajes. Sensación liberadora donde las haya.


Después de tres horas, tiempo suficiente, al salir de aquel antro un tipo engominado y con aura de escalofrío casi me tira al suelo, me mira con cara de depredador durante unos segundos y se marcha detrás de un policía con cara de geiperman. Se dirigen al tumulto del kiosco. Discretamente me acerco, observo y me voy tarareando una alegre canción. A veces la justicia cabal no llega sola, hay que buscarla.

viernes, 10 de marzo de 2017

La bañera roja o el último inquilino

    Ya desde pequeño tuve inclinación hacia las cosas viejas. Cuando mi abuelo me llevaba al rastro los domingos me encantaba revolver aquellos montones de chatarra oxidada y sucia, tornillos, clavos, herramientas y tenedores y cucharas. Mirar una por una aquellas manoseadas fotografías y entre los dos fantasear la historia de aquellas personas que encaraban a la cámara con mirada adusta y sombría.  Me encantaban los puestos de sellos y monedas porque mi abuelo siempre me compraba o uno  u otra. Recuerdo un señor que vendía unos extraños pitillos “cigarrillos especiales JM”. Más adelante supe que eran sencillos porros de hachís y que ese era el motivo por el que mi abuelo tiraba de mí cuando pasábamos por delante de JM. Eran los años de la recién recobrada democracia y todo estaba lleno de pasquines de la CNT, del PCE, del PSP y eran pasquines mágicos porque cada vez que nos cruzábamos con alguna mesa llena de ellos o alguien intentaba vendernos uno, mi abuelo, a pesar de no comprar ninguno, sonreía con una cara de satisfacción que yo no comprendí hasta unos años más tarde.
    Aquellos soportales de la plaza mayor eran el paraíso los domingos por la mañana. Ahora el rastro está en un sitio sin encanto y la chatarra también ha perdido el imán. Pocas cosas me sorprenden ahora, algún libro, algún instrumento antiguo y poco más por eso cuando vi la magnífica bañera de mármol rojo...
   Es increíble la habilidad que tienen algunas personas para determinadas cosas. Aun no sé cómo se arreglaron para mover aquella piedra hueca que pesaría por lo menos trescientos o cuatrocientos kilos. El caso es que me la llevaron a casa y me la dejaron en el jardín. Me recordaba enormemente un sarcófago que vi en los museos vaticanos la primera vez que estuve en Roma así que me puse a buscar en internet. Le saqué  fotos por todos los ángulos, estudié el veteado y el color del mármol, la forma, las curvas, incluso investigué los sistemas de tallado.
    He de reconocer que estuve entretenido unos cuantos años. Fue un trabajo arduo y en ocasiones extenuante. Viajé por numerosos países de Europa y Medio Oriente, me entrevisté con historiadores, con profesores de arte, con artesanos, incluso con buscadores de tesoros.

    Ahora estoy aquí sumergido en agua tibia, fumando un cigarrillo especial JM y entremezclo los recuerdos, mi abuelo, el mármol rojo de las canteras de Mesina, las monedas de Alfonso XII, todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso de fluido desalojado, los sellos de Franco de 25 céntimos, Arquímedes en Siracusa, las quinientas burras de Popea Sabina y su leche blanqueadora, los tornillos herrumbrosos, el sarcófago de la mujer de Nerón, la más bella de su época, en 1770 José Benedicto Augusto de Austria envía a Luis XVI como regalos nupciales una serie de reliquias históricas, Tierno Galván, Charlotte Corday, 1793 con un cuchillo recién comprado engrandeció la figura de Marat que solo intentaba aliviar sus picores en agua caliente, unos años después Paulina, la hermanísima del emperador, regresa de su estancia en la Española y encuentra un regalo rojo y brillante, la FAI, más leche de burra, ingentes cantidades de leche de burra, olvido, misterio, Paris un   3 de julio de 1971 Pamela encuentra a Mr. Morrison muerto tras un viaje lisérgico, otro JM, más misterio, los rumanos del rastro y ya se me va nublando la vista, estoy muy cansado, me resisto a cerrar los ojos, sé que no los volveré a abrir, este es mi último baño, mi abuelo me hace señas, me espera con la mano tendida al final del túnel está acompañado por Arquímedes, por la bella Popea, también está Paulina la promiscua y el jacobita Marat mientras Jim toca la guitarra y canta el blues de la posada.