Voy
a contaros la historia de un tipo muy peculiar, se sabía el repertorio entero
de Josele y sus “Enemigos” y también el cancionero de Torner. Le costaba
dilucidar cual era su instrumento favorito, si la gaita o la Stratocaster y en
uno de esos entreactos de duda su mente comenzó a navegar por esos mares
infinitos llenos de llantos y problemas y se sumió, por su propio peso, en una
oscura y profunda depresión.
Buscó
todos los remedios habidos y por haber, recorrió todos los caminos dentro y
fuera de la ley pero no le valió de mucho, su mente seguía sin resolver los
misterios increíbles de esta vida cargada de lágrimas, desolación, congoja y
amargura.
En
cierta ocasión viajó al centro de la tierra y no ardió y hasta las mismísimas
estrellas enfundado en un brillante traje de astronauta. Abrió la caja de
Pandora en la pirámide de Menkura e incluso encontró la piedra filosofal en uno
de sus viajes por el fondo del mar emulando a su querido Nemo, pero tanto
viaje, en lugar de aclarar su turbia visión del mundo, le hizo dudar más de
esta vida miserable llena de peces que no quieren volar.
Por
esas cosas del destino, suerte o casualidad, elija el lector lo que más le
guste, nuestro amigo acabó su periplo donde menos lo esperaba, en su pueblo. Y en
su pueblo, que tanto había aborrecido, encontró un sentimiento que le hizo
filosofar y se dio cuenta de que la felicidad no hay por que buscarla en los
paraísos televisivos, la puedes tener en tu casa, solo tienes que buscarla y
una vez que la encuentres, todos los peces de tu alrededor, querrán volar.