lunes, 24 de febrero de 2014

Agora non


Cuando se casaron, el hombre tenía muy claro que ella había sido una chica muy popular, quizás demasiado popular. Sus amigos se lo advirtieron, todos, su madre, sus vecinos, hasta el cura, pero el amor a veces nos da esperanza y nos ciega a la vez y además, todos tenemos derecho a una segunda oportunidad.
La mujer empezó a cantar.
Muy pronto, nació el primer niño, después la niña y meses después los gemelos. Todos morenos como su padre.
La mujer seguía cantando. Los vecinos estaban maravillados con la voz melodiosa y diáfana que tenía la condenada y de repente nació el quinto, pelirrojo como el marido de su madre.
Siguió cantando hasta el día de su muerte.

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