Antes de contaros la historia de la piedra, os
pondré un poco al día con mi entorno. Nací en la península Ibérica hace un
indeterminado número de años, pongamos en torno al ½ siglo. Siempre me gustaron
las motos y el Rock por lo que mi juventud fue plena de rutas, de juergas, de
conciertos y de mujeres, hasta que hace unos años encontré a mi media naranja.
Cuando conocí a su padre no le causé muy buena impresión, tenía el pelo
demasiado largo, millones de mosquitos en el cuero y las botas demasiado
viejas, cuando yo estaba delante me
trataba muy normal pero a solas se imaginaba un chico más formal, y a su
madre más de lo mismo, me miraba mal,
¿quién es el chico tan raro con el que vas?....
Como casi siempre las apariencias engañan. Mi
suegro estaba a la defensiva, ningún padre quiere ver a su hija con un maromo
grande y peludo. Noté que no quitaba ojo a mi casco integral, normal, ningún
padre quiere ver a su hija de paquete en un pepino a 200 km por hora. Le pregunté
si le gustaban las motos y él sin apartar la mirada de mi flamante casco y con
una cara de mala hostia que ni os imagináis dijo:
-¿Qué moto montas?
El hombre estaba haciéndomelo pasar mal, estaba
empezando a sudar, bajé la cremallera de la chupa y cuando asomó el águila de
mi camiseta su semblante cambió de repente. - Vamos chico ¿qué moto tienes?
- Una vieja Guzzi señor.
Estaba acojonándome…¿dónde me metí yo? El padre de
la novia tenía los ojos encendidos de sangre, hasta le salía una espesa espuma
por la boca, me cogió por los hombros y apremiándome volvió a preguntar lo
mismo:
- ¿Qué moto tienes chaval?
Esta vez le contesté con pelos y señales: una
Guzzi 850 GT California del 72. Cuando me oyó decir aquello el hombre entró en
un estado de aparente éxtasis, su semblante cambió por completo, aflojó sus
enormes garras de mis hombros y me dijo: sígueme. Fui tras él hasta el garaje,
abrió la puerta y a que no adivináis que moto tenía mi, desde entonces, querido
suegro, una Guzzi 850 GT California. Nos miramos, nos dimos un abrazo y sin
cortarse un pelo me preguntó a bocajarro:
- ¿Qué cojones pintas en esta moto con un casco
integral?
Tengo que reconocer que la pregunta me dejó
totalmente descolocado, hasta se me subieron los colores, o sea que me puse colloráu.
- Es por prescripción facultativa.
- Explícame eso chico -dijo levantando la ceja
izquierda.
Y aquí es donde empieza la historia de la piedra.
Más o menos un año antes de conocer a mi nueva
familia estuve jodido, jodido. Me salieron unas piedras en los riñones y tras
muchas pruebas y experimentos, llegué a pensar que me estaban utilizando como
cobaya de laboratorio, conseguí expulsarlas de forma natural y, como
imaginaréis, muy dolorosa. Al poco tiempo me volvieron a salir, mi médico no
daba crédito, no se explicaba el porqué se me acumulaba tanta arena en el
cuerpo.
En medio de esta mala experiencia y aprovechando
un buen momento en el que no me dolía nada me acerqué hasta la fiesta motera
del Charly a pasar el día. Al llegar a la zona de la fiesta una flamante y
enorme Electra estaba aparcando a la vez que yo. El tipo encuerado hasta las
cejas, me dio mala espina, tenía las botas nuevas y la moto estaba demasiado
limpia. Cuando quitamos el casco cruzamos nuestras miradas. ¡Joder! era mi
médico disfrazado de motero. Me miró de arriba abajo y disparó como si
estuviéramos en la consulta:
-
¿Hace
mucho que anda en moto?
-
¿Cuántos
kilómetros suele hacer?
-
¿Suele
ir por comarcales?
-
¿Siempre
utiliza calimeros?
-
¿Hace
mucho tiempo que tienes el tabique nasal torcido?
Después del interrogatorio, abrió la alforja, saco
el taco de recetas y escribió:
-
No
respira por la nariz. Operación del tabique nasal URGENTE.
-
Mientras
tanto y como medida preventiva, utilice siempre casco integral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario