Los invitados llegaron a la hora
prevista pillando a su anfitrión, Don Segundo, en ropa interior y corriendo por
el portal acompañado de un extraño cortejo persiguiendo una naranja. Todos
miraban con ojos lujuriosos a la sanguina viajera menos un bombero que no
apartaba la vista del slip de Don Segundo. En la manguera viajaban atados por
el cuello y por otras zonas del cuerpo, varios niños y niñas de la comunidad.
Por lo rojo y congestionado de sus rostros, parecían acalorados. No se movían,
solo rebotaban.
Don segundo, al ver a sus
invitados, frenó en seco, provocando un choque en cadena que acabó en una
especie de pirámide humana. La base la formaron los invitados, seguía Don
segundo que notaba un fuerte dolor en la parte sagrada del cuerpo donde acaba
la espalda. Sobre él y con cara de bellaco carnal, el bombero del mes de
noviembre, que a su vez soportaba el peso de Mary Luz la del Segundo,
ligeramente ensangrentada pero feliz. Por casualidad, los otros ocho vecinos
que perseguían la naranja eran catalanes de modo que aprovecharon la inercia de
la caída y formaron un castillito de esos que montan en las fiestas.
La naranja salió rodando por el
portal abierto y acabó hecha un amasijo sanguinolento bajo las ruedas del
camión de los bomberos.
El segundo del día.
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