jueves, 9 de enero de 2014

La naranja. Primera parte.

Su madre le ofreció una naranja. Hacía siglos que no veía una, tan redondita, tan naranja. El ímpetu, provocado por la ansiedad, hizo que el intento de coger la naranja, volcara la jarra de agua. Esta liberó su contenido y el suelo de madera vieja agradeció el baño ya que en aquella casa hacía un calor insano. Su madre resbaló, trastabilló, a duras penas llegó a la ventana entreabierta y no tuvo tiempo de ver ni de notar como la propia ventana la vomitaba al patio de luces. Mientras la naranja botaba por el suelo del pasillo, la madre sorteaba grácil y alegremente la ropa tendida de las vecinas y no se le escapaba una. La del quinto G usa bragas del primart, la del cuarto no echa lejía a la ropa blanca, el del tercero F tiene una planta muy rara en la ventana. ¡Adiós Mary Luz!, qué maja es esta señora, siempre pendiente de todos los vecinos. Al llegar a la altura del primero se hace la pregunta del millón, ¿cómo podrán vivir en esta oscuridad?
Mientras, el joven persigue a la naranja escalera abajo.

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