Estoy
jodido, muy jodido, la puñetera pescadilla que se muerde la cola me está devorando.
No veo salida de esta cloaca en que se ha convertido mi vida. Apesta. La
patronal está encantada de disfrutar de esta época de mierda. La necesidad hace
que los hombres y mujeres bajen sus miradas al suelo, que asientan sin estar de
acuerdo, que firmen lo impensable y que se dejen sodomizar sin ningún tipo de
lubricante. Es lo que hay. Lo tomas o lo dejas. Es sencillo. Humillante para
unos. Brillante para otros. La verdad es que no te engaña nadie. Te lo dicen a
la cara sin un ápice de rubor. Nadie se pone colorado por vergüenza, solo por
rabia. Esa rabia que te tragas una vez, otra vez y otra y otra… Pero la rabia
no mata al hambre, cosquillea el estómago, hierve la sangre pero no quita
hambre. Tengo el lóbulo parietal lleno de rabia. Vuestra desfachatez ocupa el
occipital mientras que el olor a podrido se aloja en el temporal. Todos mis
lóbulos están repletos, pero al que debéis temer es al frontal. Y no solo al
mío. Somos muchos millones de lóbulos frontales que vamos uniendo líneas y
cuando se junten el hambre, la rabia, la vergüenza, la ignominia, el miedo y la
humillación, mandaremos una orden a nuestros cojones, sonarán los saxofones,
las trompetas y los trombones, encenderemos la mecha y ya no habrá vuelta
atrás.
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