viernes, 30 de mayo de 2014

Coyones y dinamita. Los relatos del 18

Estoy jodido, muy jodido, la puñetera pescadilla que se muerde la cola me está devorando. No veo salida de esta cloaca en que se ha convertido mi vida. Apesta. La patronal está encantada de disfrutar de esta época de mierda. La necesidad hace que los hombres y mujeres bajen sus miradas al suelo, que asientan sin estar de acuerdo, que firmen lo impensable y que se dejen sodomizar sin ningún tipo de lubricante. Es lo que hay. Lo tomas o lo dejas. Es sencillo. Humillante para unos. Brillante para otros. La verdad es que no te engaña nadie. Te lo dicen a la cara sin un ápice de rubor. Nadie se pone colorado por vergüenza, solo por rabia. Esa rabia que te tragas una vez, otra vez y otra y otra… Pero la rabia no mata al hambre, cosquillea el estómago, hierve la sangre pero no quita hambre. Tengo el lóbulo parietal lleno de rabia. Vuestra desfachatez ocupa el occipital mientras que el olor a podrido se aloja en el temporal. Todos mis lóbulos están repletos, pero al que debéis temer es al frontal. Y no solo al mío. Somos muchos millones de lóbulos frontales que vamos uniendo líneas y cuando se junten el hambre, la rabia, la vergüenza, la ignominia, el miedo y la humillación, mandaremos una orden a nuestros cojones, sonarán los saxofones, las trompetas y los trombones, encenderemos la mecha y ya no habrá vuelta atrás.

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