martes, 27 de mayo de 2014

Güeyos verdes. "Los relatos del Skanda 18"

Ojos verdes

   Con una taza de chocolate calentando mis manos, apoyado en el corredor y contemplando la levedad de esta lluvia tan fina, voy a contaros la historia, ya tamizada por los años, de un joven que fue hasta el borde mismo de la tierra para escapar de un sino cruel.
    El Cantábrico rugía sin piedad y vomitaba olas de espuma densa como sangre y blanca como nieve. El hombre se quedó varado en la arena, absorta la mirada en el horizonte. Miraba la pequeña embarcación que le salvaría la vida pero solo veía unos ojos verdes que le rogaban escapar. Sentimientos enfrentados. Necesitaba cruzar la frontera si quería vivir, pero no quería vivir sin Ella. Las lágrimas saladas se confundieron con el agua de las olas pero en ningún momento perdieron su valor sentimental. El ruido de todos los mares no hubiera podido mitigar aquel runrún en su cabeza. Fue lo último que oyó.
Ni siquiera notó el plomo penetrando en su cuerpo. La espuma se tornó roja. Solo se acercaron para comprobar que estaba bien muerto y por si las moscas y teniendo en cuenta que les sobraban balas, hacerle un par más de agujeritos.

    El hombre de la barca consiguió escapar gracias a la inoperancia de los asesinos que no tuvieron paciencia para esperar que se acercara un poco más a la playa. Era mi abuelo. El me contó la historia del hombre muerto y de los ojos verdes. El me explicó la suerte que tuvo el hombre de quedar varado en la arena y no enterarse nunca de que tanto su mujer como su hijo nonato ya hacía días que habían dejado de ser la luz de su faro.


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