Skanda
En
tiempos inmemoriales una serie de demonios revoltosos y un poco siniestros
acorralaron a unos cuantos dioses y los pusieron en un aprieto. Descubrieron
muchos secretos y amenazaron con contar las verdades al dios grande, a Shiva.
Estos demonios eran Shurapadma,
representando el ego, Simhamukha representante
de la ira y Taraka representando la ilusión. Los dioses, que no tenían un
pelo de tontos, convencieron a su jefe mediante ladinos ardides de la necesidad
de acabar con estos demonios. Shiva, que si tenía varios pelos de tonto, cayó
en la mentira y esparció su semilla desde su tercer ojo abrasando a su paso al
dios del fuego, Agni, y a la diosa divina, Ganga. Con este esparcimiento
espermatozoidal se engendraron seis hijos que se hicieron uno, eso si, con seis
caras y doce brazos. Nació de esta manera el dios de la guerra, el comandante
en jefe de los ejércitos celestiales que montado en un pavo real y dotado de
las armas más mortíferas y eficientes, acabó sin problemas con los demonios
chantajeadores. Y su fama fue tal, que otros dioses empezaron a precisar sus
servicios. Decían que era tan eficiente porque al ser célibe, encauzaba toda su
energía sexual hacia una meta espiritual.
El
primer dios en solicitar su buen hacer fue Buda que tenía un pequeño problema
con unos chinos que no le dejaban en paz, y allá fue nuestro querido Skanda a
lomos de su brioso y colorido corcel a poner paz en el Himalaya. Le siguieron
otros dioses, muchos, de todos los colores e ideologías. A todos colmo de
alegrías al realizar sus encargos con presteza, premura y mucha eficacia, hasta
que cierto día un tal Jesús, dios de los cristianos, le encargó una misión, en
principio sencilla. En las lejanas Asturias había una molinera que fornicaba
con todo hijo de vecino, igual hombres casados, que mozos solteros, que mujeres
licenciosas, frailes, trasgos, diaños y lo que hiciera falta. Skanda, como no
podía ser menos aceptó la misión y se presentó un día soleado a la molinera.
-
Hola mujer, soy
el dios Skanda y vengo a terminar con tus pecados.
-
¿Cómo dices que
te llamas?
-
Skanda- dijo el
dios solemnemente
Y
antes de que nuestro dios guerrero se diera cuenta, tenía un chorizo metido en
el culo y se asaba lentamente en el horno de la molinera.
El
pavo tampoco escapó al relleno.
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