sábado, 5 de mayo de 2012

Gris plomo

Nubes pesadas de tarde oscura
sobre tu cara, ajada por el dolor
y las lágrimas, amenazan lluvia,
calles resbaladizas y penumbra.

Tus ojos resecos, ya no lloran,
ya no brillan,  no hablan,
solo un fútil rayo de infinita soledad
deja visos de una mirada yerma.

El papel protege fugazmente tus canas.
Venas hinchadas de icor púrpura
revelan tu dilatado camino y te recuerdan
que la meta está próxima.

Quieres llegar solo a veces.
Descansar, sin problemas,
sin agobios ni temores,
eterno estío de conciencia.

La soledad pesa más que los años,
duele más que la enfermedad,
es la madre de los llantos,
de la fatiga y la impotencia.

Se agota la savia, se acerca la partida,
aceptas con tu gesto adusto el fin
y no piensas, no sueñas,
solo esperas en paz.

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